julio 29, 2008

Vidas atormentadas

Ha comenzado a llover otra vez y el sonido del agua retumba en mis oídos y en mi corazón.
La noche es hermosa y anima a recordar, a revivir momentos alegres yespeciales. Mágicos. De aquellos que guardamos en el alma para de vez en cuando sacarlos, desempolvarlos, sonreír un rato y volver acomenzar.
La vida es más dura de lo que a Dios gracias solemos recordar. Pero también es como esa maravillosa tormenta, que nos hace brincar al oír un trueno, asombrarnos por los bellos rayos y nos lava el alma con gotas pesadas que terminan de caer cuando consideran que han limpiado los restos sucios y desagradables que la existencia nos deja.
Que Dios les permita ver muchas tormentas y, mejor aún, empaparse con ellas.
Que Dios les dé muchos momentos mágicos que les permitan comenzar cada vez que se sientan perdidos, solos y limitados.
Que Dios les llene de días luminosos, llenos de risas y cantos, de brazos amigables y besos suaves, profundos y cálidos.

julio 11, 2008

Actos de amor

La vida normal de cualquier persona está llena de risas, llantos, emociones y deseos que muchas veces pasan al olvido, pero hay momentos que quedan impresas en el recuerdo y en el corazón por surgir en situaciones críticas, por venir de alguien con la que creíamos no contar, por tratarse de actos de amor.
Como aquel hombre joven, flaco, con la necesidad marcada en el cuerpo pero con el rostro lleno de agradecimiento. Llegó una tarde a un centro de acopio de la Cruz Roja donde se recibían artículos para ayudar a habitantes de Acapulco afectados por el paso del huracán Paulina. Estrechó la mano a todo aquel voluntario que encontró en el lugar y dio las más sentidas gracias por su labor.
Luego contó que él había perdido su casa y su trabajo por la inundación, que varios días no había sabido si su familia vivía o si tenía qué comer, pero con la ayuda de mucha gente recobró a sus parientes, tuvo techo y alimentos; por ello en cuanto pudo subió a uno de los tráileres que habían llegado con cosas para los damnificados con el único objetivo de agradecer a cada uno de esos desconocidos que sin conocerlo ni saber lo habían rescatado.
O aquella persona que sólo veíamos en la escuela cuando daba clases o iba a recoger a su hija, pero que ayudó a una chica que temblando llegó a su hogar después de ser agredida y perseguida por un pervertido sexual. Paquita la protegió, la dejó que se desahogara, la calmó y le brindó su amor para después llevarla a casa y entregársela a su madre sin decir nada más que “ella ya está bien, no pasó nada”.
Los más grandes actos de amor no son aquellos que te regalan tus familiares, amigos o compañeros, sino aquel desconocido que sin saber quién eres, cómo piensas ni en qué crees son capaces de hacer algo por ti sin condición y sin esperar recompensa alguna.
Este viernes he sido testigo de un gran acto de amor, no para mí sino para alguien que quiero. Una compañera de trabajo se enteró de que mi hermana perdió un bebé por segunda ocasión y me entregó lo que para algunos es un simple detalle, pero que para mí es un regalo conmovedor, lleno de bendiciones, de abrazos, de paz y de esperanza.
Yazmín me dio consuelo cuando me vio abatida por María, ese ser que no nació, y por Juan y Cris, que lloran lo perdido y temen se repita ese dolor. Luego de abrazarme fuerte, de hablarme bajito, de contarme su experiencia y animarme me entregó una pequeña muñequita, “güerita como ustedes”, que ora con sus manos juntas.
“Es para tu hermana. Cuando se sienta afligida, cuando tenga ganas de llorar y de gritar, cuando se sienta sola, triste, que no puede más, dile que la abrace y que le hable, que le cuente todo lo que siente y piensa, aquello que teme decirle a los demás por no escandalizar, por no ver caras largas, porque no quiere compartirlo. Ella le ayudará”. Estoy segura que Cris lo agradecerá y que recibirá ese amor de una persona que nunca ha visto, que ignoraba su existencia, pero que la quiere sólo por ese dolor. A mí ya me ayudó.