enero 23, 2009

Me uno al "meme"

Creo que Gaby me envió esto desde el siglo antepasado, pero bueno, ahí voy.

Las reglas:
1.- Poner las reglas en tu blog.
2.- Compartir seis cosas que me gusten y seis que no me gusten.
3.- Elegir seis personas al final y poner los enlaces a sus blogs.
4.- Avisar a estas personas dejando un comentario en sus blogs.

Lo que me gusta:
1. Me gusta estar con mi marido aunque dé lata, grite sólo "porque así es mi voz", se burle de todo lo que esté a su vista -aunque fume rigurosamente sus 20 cigarros al día-, que se ría tan fuerte que el edificio tiembla sólo porque una figura de caricatura saque la lengua o se caiga. Me gusta abrazarlo, besarlo, hacerle cosquillas, y llamarle "payaco, odioco y miedoco".
2. Me gusta tomar fotografías, buscar el mejor ángulo, congelar aquella imagen que NADIE más tendrá nunca, que me recuerde ese momento de alegría, de magia; que me enseña la belleza de una piedra, de una araña, de una puerta, de un paisaje o de un rostro -familiar o no, pero que seguramente tiene algo qué decir-. Y me encanta llevar a revelar las fotos (sí, soy de esas personas a la antigua que prefiere tener el papel en la mano y no guardarlas en la PC), sentir la cosquilla de saber si quedaron bien las fotos, si hay alguna que valga la pena imprimir siete veces más para repartirla entre los interesados.
3. Me gusta inventar historias de las cosas que están a mi alrededor, de esa persona vestida de negro y mirada de sepulturero, de aquel perro que corre como desaforado mientras su dueña intenta alcanzarlo. Incluso con las placas de los vehículos, me entretengo formando palabras con las letras de las matrículas -en el orden en el que están- y luego me elucubro historias o diálogos que incluyan ese término.
4. Me gusta jugar con niños, muchos niños. Me da la oportunidad de hacer aquellas cosas que si un adulto haría solo lo verían como enfermo mental o loco, me permite reírme en el suelo hasta que me duela la panza, brincar en las camas, correr como deseperada fingiendo ser monstruo, sentarme a ver películas cursis y hacer lo que me pide la caricatura en cuestión (como aquella vez que vi los Cariñositos y pedían que deseáramos norecuerdoqué -claro, ahí estaba la grandulona diciendo sin parar "Lo deseo, lo deseo"-).
5. Me gusta ver los árboles, las formas locas de sus ramas, planear su subida hasta la copa aunque no lo ponga en práctica, imaginar a cuántas personas dará sombra, ver si por fin llegó el "verde primavera" a sus hojas. Me gusta la belleza de los árboles.
6. Me gusta leer libros, revistas, letreros, matrículas de autos, páginas en internet, mensajes en los camiones que van por la carretera, publicidad en lápides y plumas. Sólo me gusta leer.
7.- Por puro capricho pondré un séptimo punto. Me gusta mojarme con la lluvia, caminar despacito mientras la tormenta empapa todo. Me pone de excelente humor.

Lo que no me gusta:
1. Me molestan terriblemente las groserías, los insultos, las ofensas, las blasfemias, toda palabra dicha con el fin de agredir.
2. No me gusta que me asusten. Eso incluye ver películas de horror, que una persona se esconda para gritarme al momento que pase junto a ella, que me cuenten cosas inventadas para burlarse de mí, sorprenderme o ver mi reacción, o el programa de televisión Historias de Ultratumba, al que por cierto mi marido es aficionado.
3. La cebolla. Simplemente no la tolero.
4. No me gusta hacer labores domésticas, llámese barrer, trapear, lavar ropa, fregar pisos, aspirar, sacudir, limpiar el baño y el largo etcétera al que estás obligado cuando estás a cargo de tu vivienda.
5. No me gusta ir al médico. Me aguanto el dolor o la molestia hasta que ya no pueda más o me obliguen a acudir con el galeno respectivo.
6. Tampoco me gusta quedarme sentada mientras todo el mundo baila y se divierte en una fiesta. No me importa no saber bailar, tampoco si me están viendo, no me importa si mi pareja es mi hermana, tía o prima. A mí me gusta bailar.

Listo Gaby, ya cumplí.

enero 17, 2009

Decisión filial

Cuando tenía 12 años decidí que de grande iba a tener 20 hijos, todos varones, y hasta nombre les puse: Nabucodonosor, Asurbanipal, Asdrúbal, Aníbal, Atreyu, Falkor, Macumazahn, Bogwan, Phileas y hasta Medio Brooke… Creo que el único nombre “normal” sería Emilio, y todo porque no podría ponerle Roccanera ni señor de Ventimiglia o de Valpento.
Todos tenían que ver con hechos históricos o libros de aventuras. En ese entonces me hubiese gustado casarme con un señor Yáñez, sólo porque llevaran el nombre de mi ídolo, el “sahib” blanco, aquel portugués flemático amigo de Sandokan.
En ese entonces no comprendía porqué todos me veían con cara de horror o de plano se reían de mis planes. Pobrecitos de mis hijos.
Finalmente crecí, cambié de opinión, me casé y comenzamos a pensar en otros nombres. Las condiciones son que no se repita con ningún familiar de Gus o mío, que a ambos nos agrade y que la combinación de nombre y apellido no suene a revolucionario.
Hasta la fecha me sigo inclinando por tener sólo varones, pues siempre he creído que con cinco hermanas, cinco tías, cuatro primas, cinco tías abuelas, cuatro sobrinas y dos abuelas es más que suficiente para poblar al orbe de mujeres.
Por lo anterior fue más fácil definir los nombres de los hijos varones que eventualmente tendríamos Gus y yo, que escoger lo de mujeres. Y de los primeros nombres mencionados el elegido fue Bruno. Bruno Bernal Ponce.
Entre mi marido y yo decidimos que no suena mal, es fuerte, no parece que lo lleve un general o un soldado revolucionario… todo bien. El primer lío fue cuando en mi familia se enteraron de la selección.
- Noooooo, Bruno es nombre de perro –fue el comentario de mis hermanas, recordando aquel perro de la película Los Aristógatos.
- Pues no me importa –respondí-. Ese nombre nos gusta y así se llamará el primogénito.
Y en verdad no nos importaba el comentario, las burlas o las indirectas, ya lo habíamos decidido. O eso creíamos, hasta que fuimos a casa de unos amigos y de repente la hija mayor anunció que su novio le había regalado un perrito.
- Decidimos ponerle Bruno –comentó la adolescente-, y como mi novio se apellida Bernal, pues el perro se llamará Bruno Bernal.
Ni hablar, creo que deberé nuevamente pensar si Nabucodonosor Bernal Ponce podría brillar en sociedad.