marzo 07, 2015

Sueño grosero

Soñé que apenas llegaba a tiempo. Era una obra de teatro en una universidad, mi familia ya estaba dentro y yo sólo hallé lugar en una esquina de la segunda fila. En ese momento no me pareció extraño, aunque ahora es evidente que me dejaron ahí a propósito. No recuerdo cómo comenzaba ni de qué trataba la obra, sólo que el chico de unos 20 años que estaba a mi lado comenzó a reírse escandalosamente, a moverse, a comer palomitas de forma asquerosa y a querer llamar la atención. Yo intentaba estar tranquila , concentrarme y aguantar. Los intérpretes, a su vez, hacían esfuerzos de todo tipo para seguir sus diálogos, pero el joven decidió a hablar con ellos, les hacía comentarios ridículos o hirientes y hasta se paró a gritarle “babosa” a una de las actrices. Y yo me estaba enfadando. De forma educada, otras personas a nuestro alrededor le pidieron varias veces que se callara o dejara de moverse, pero él respondía que había pagado su boleto y tenía derecho a manifestar su opinión. Y el circo seguía. Y seguía. Mi límite alcanzó cuando el susodicho comenzó a cantar y mover los pies como si marchara. El teatro era un caos: el público harto, los actores desconcentrados y tratando de seguir su obra, el tipo con sus locuras y yo buscando con la mirada otro asiento. Hasta que me harté y en una de sus interrupciones bruscas, pedí con voz fuerte un masking tape. Los que me escucharon, voltearon a verme con sorpresa, una anciana me miró con cara de “sí, por favor”. Pero nadie se movió. Y, como sucede en todo buen sueño, recordé que yo traía cinta canela en la mochila y la saqué. Blandiéndola como una espada frente a su nariz le dije suave pero firme: “o te callas y te estás quieto, o te amarro”. El infeliz soltó una carcajada y gritó “¿Tú y cuántos más?” Tomé aire, me senté y enfurruñada me mantuve callada… hasta el siguiente exabrupto del vecino, que no tardó en gritar otra sandez. Realmente enfadada, tomé su muñeca más cercana y la até al reposabrazos de la butaca. Una pareja de chicas enseguida se acercó y desde atrás lo sostuvo en su lugar hasta que le até la otra muñeca y me ayudaron a rodearlo con la cinta hasta dejarlo pegado al asiento. Alguno se rieron, otros exigían que la obra siguiera, hubo algunos aplausos discretos… y una mirada agradecida de varios actores. Una vez colocada la correspondiente cinta en la boca para mantenerlo callado, la obra siguió… por 17 segundos. El fulandrejo comenzó a marchar en su asiento y a tararear una melodía estilo militar con la mayor fuerza posible. Yo me levanté de mi lugar realmente enfadada, tres manos surgieron de la nada con diúrex y hasta cinta de aislar, pero yo las rechacé. Tomé mis cosas y ya me iba a salir cuando un actor me llamó desde el estrado: “Oye, no te vayas, la obra sigue…” Pero yo ya no estaba de humor. -Lo siento, ya no aguanto a ese tipo. O lo sacan o me voy-, respondí. - No podemos sacarlo, él es parte de esta obra- dijo con una sonrisa. Y yo no entendí. -¿Cómo que parte de la obra?, ¿de eso se trata, de haber quién aguanta más ese comportamiento?-, pregunté azorada. -Sí, esta obra es de interacción con el público, preguntamos a otros quién era la persona más educada y tolerante, capaz de aguantar esas reacciones sin moverse y tú fuiste la seleccionada. Nos has sorprendido, no sólo actuaste al amarrarlo, sino que no le has dicho ni una grosería. Mientras el actor hablaba, yo caminaba hacia la puerta de salida, enfadada y con los puños apretados. A punto estaba de salir cuando oí el asunto de las groserías. Ahí me pare. -¿Porqué tendría que insultarlo?, ¿qué ganaría con eso? Además, las groserías son palabras absurdas… -Pues podrías haberle dicho, mínimo, un “ya cállate, pend…” -Claro que no podría decirlo, ¿sabes qué significa esa palabra? -Claro, significa tonto. -Pues no, significa vello púbico, ¿qué sentido tiene decir “cállate, vello púbico” a alguien? Es absurdo La gente escuchaba atenta, surgieron nuevos silbidos para exigir que la obra siguiera, otros también tomaban sus pertenencias para salirse hasta que escucharon esto último, lo que les provocó risas a más de 10 y caras de asombro a otros tantos. ¿De veras eso significa? -¿Y porqué no lo mandaste al cara..? -Nuevamente te pregunto, ¿sabes qué es eso? –dije a mi interlocutor con cara de fastidio. Y sin esperar respuesta, seguí-. El carajo es la punta del mástil de un barco, cuando alguno de la tripulación era castigado, lo mandaban a esa parte del barco, que como imaginarás es donde más sacudidas se sienten, ha de haber sido un castigo horrible. Por eso dicen que les fue o que los mandaron allá. Ah, y antes de que me digas otra grosería, te diré que ninguna tiene sentido. La más común y la más mexicana es el mayor absurdo de todos, pues ¿cómo una misma palabra significa el mejor y el peor, lo malo y lo bueno? ¡No tiene sentido! Y no me salgas con que es liberador, que la única vez que me animé a insultar a alguien, me sentí tan mal que prometí no hacerlo nunca más. Y diciendo esto, me salí. En cuanto crucé la puerta se acabó mi sueño.