noviembre 25, 2008

el rey de las manías

Mi abuelo era el rey de las excentricidades y las manías, Jamás podré olvidar esas visitas a su departamento, en el que teníamos prohibido pisar dos mosaicos del piso porque estaban cuarteados en forma de cruz y no podíamos poner los zapatos sobre "una cruz como en la que murió Jesús".
Ir al baño era toda una maniobra. Para empezar en cuanto llegábamos a su casa debíamos pasar directamente al baño, tomar un jabón y lavarnos las manos con el agua de la llave, pues teníamos las manos "sucias de la calle"; después era preciso que tomáramos otro jabón, "el de casa", y nos enjuagáramos con agua hervida que tenía a un lado en una palangana, pues ya estábamos dentro y no quería que lo ensuciáaramos con bichos de afuera.
Una vez que hubieras utilizado la taza del WC era indispensable primero jalarle a la palanca para que se vaciara la caja y después echarle una cubeta de agua hervida que tenía preparada para esos casos. Una vez más, la razón eran las bacterias.
Y si tenías hambre o él quería invitarte a comer algo en su casa, debías pensarlo seriamente o no esperar algo suculento, pues almacenaba todas sus mañas en el refrigerador.
Era ahí donde guardaba sus platos, vasos y cubiertos a los que, por cierto, no había lavado con agua y jabón como en el resto del orbe; noooo, eso sería terrible, en lugar de actuar así él limpiaba primero todo con servilletas de papel y después los enjuagaba con alcohol; una vez libres de bacterias, todo iba a dar al refrigerador.
Claro, ahí no cabía nada de comida, y tampoco pretendía juntar los utensilios de comida con los alimentos, ¡cómo creen! Esos debían permanecer en el congelador.
De ese extraño sitio recordamos con ternura y frío unas salchichas que agarrábamos con servilletas, pues nuestras manos eran incapaces de mantener asidos esos tubos congelados, que era imprescindible raspar con los dientes si querías "saborearlos", pues no había modo de cortar un pedazo con los dientes, mucho menos masticarlos.
De ahí también salía queso congelado, pan congelado, jitomates congelados, carne para hamburguesas congelada y, algo que nunca faltaba, tabletas de chocolate Abuelita... desde luego congeladas.
Pero lo peor era beber leche, pues una vez que la sacaba del congelador la dejaba hervir hasta que se desparramara por la hornilla y una vez hecha la "pasteurización doméstica", la dejaba nuevamente chorrear para estar completamente seguros de que estaba lista y apta para ser ingerida.
Las manías no paraban con las bacterias. Recuerdo muy bien estar frente a su biblioteca dispuesta a leer cualquiera de esas joyas cuando me dijo "nunca leas novelas, no sirven para nada. Mejor lee libros de filosofía, de religión, de ética o de cooperativismo, eso sí te servirá en la vida". ¿Se imaginan su cara cuando le dije que iba a estudiar periodismo" Jajajaja

Qué vida aquella, ante su recuerdo sólo queda sonreír y pensar "te extraño, abuelito"... aunque también podía quedar la frase "qué extraño abuelito".

noviembre 07, 2008

Dolor en el alma

Hacía muchísimo tiempo que una semana no me dejaba así, apaleada, temerosa, con mil detalles en la mente que quisiera jamás haber sabido… mucho menos imaginado.
A muchos les parecerá cursi, absurdo o ridículo que una noticia como el accidente aéreo en el que murieron el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y otras 13 personas me halla afectado tanto, sobre todo después de trabajar durante tantos años historias de horror, guerras, accidentes, matanzas, violencia individual y en masa de todos los niveles y extremos.
A lo mejor sólo es que estoy cansada, o que ya estoy harta de decir “sólo hubo tantos muertos, no estuvo tan grave como cuando pasó xxx, esa historia se repite aquí y en otras partes del orbe, ese caso en una semana nadie lo recordara”.
Entonces creía que era demasiado desalmada, fría, indiferente y ajena al dolor. Muchas veces fui al confesionario buscando un consejo para no sentir y pensar así. En Roma lo encontré. Un padre fue categórico al decirme “Pues Cristo murió por cada una de esas personas”.
Sé que algunos sonreirán y dirán “qué mocha, ¿a poco eso fue suficiente para que dejaras de pensar así?” Pues sí, fue suficiente.
Y esta semana sentí cada una de las muertes, de los heridos, del susto, de la incertidumbre, de los traumas de los testigos, del terror de cada persona y del miedo colectivo.
Me pesa en el alma saber lo que los policías, rescatistas, médicos y bomberos tuvieron qué ver y hacer; me pesa lo que los investigadores están hallando en la zona donde cayó ese Learjet 45 (qué palabras aprende uno en estos casos, ¿no?); lo que los forenses están tratando de hacer para regresarle a familias golpeadas lo que quedó de sus seres queridos… si es que hallaron algo.
Pero no sólo fue el accidente aéreo.
Son los asesinatos de cada día, la violencia del crimen organizado, de las personas que movidas por avaricia, ira, venganza o ansias de poder cometen actos repulsivos que van desde el robo y los fraudes hasta la tortura y los ataques a la honra de las personas.
Es la muerte de personas por el choque de un jet en una zona muy concurrida de la ciudad; las acciones de criminales; las propuestas para aceptar aberraciones como los abortos y los matrimonios entre homosexuales; la iniciativa de legalizar las drogas; la histeria y el terror colectivos que hallaron una válvula de escape en una fuga del aromatizante para gas; las matanzas en Congo; el derrumbe de una escuela en Haití. ¡Caray, hasta la amenaza de un huracán que aún no hace nada!
Y a eso se le suma el cansancio del día a día, el hecho de tener que lidiar con gente que no respeta a los demás, con trabajadores que te quieren ver la cara, con jefes a disgusto con la labor del día, con vecinos que pretenden que tomes partido… Sí, estoy cansada.
¡Gracias papá Dios por estar conmigo!
Es en Él en quien he logrado hallar paz y consuelo. ¿Cómo no iba a ser suficiente?

noviembre 01, 2008

Calaveritas familiares


Gualusilla se reía
al ver a todos correr
para intentar evadir
su partida al inframundo.
“¿De qué te ríes, chiquilla?
-preguntaba la Dientona-
¿no ves que también te
toca, aunque no quieras salir?”
Jaja, respondía Gualusilla,
sin poderse controlar,
“no me río de mi destino,
sino de tu facha fatal,
¿no ves lo ridícula que andas
con sombrero y sin pañal?”

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La Huesuda tuvo a bien
dejar a Pablo al final
al fin lata no iba dar
cuando viniera por él.
Pero eso creyó la Flaca,
quien no hizo su cálculo bien
y cuando por el chico vino
a sus ciberfans debió enfrentar.
“No te lo lleves, Catrina,
déjalo un rato más,
¿no ves que si te lo llevas
no habrá con quién jugar más?”

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Otro difícil de atrapar
sin duda Luis Manuel será,
pues lo mismo podría estar
en el Centro, en Ecatepec o en Hawaii.
La Muerte enfadada está,
ya no quiere a otro perseguir
mejor lo aguardará
en la cocina de su hogar.
El peligro, sin embargo,
es que Luis se ponga a cocinar,
pues con lo rico que prepara todo
la Dientona todo tragará
y ya no podrá su labor continuar.

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Un huracán a lo lejos
la humanidad vio llegar
temiendo que fuera la Muerte
todos a sus casas fueron a dar.
Pero esta vez no fue la Parca
la que causó el estropicio,
fue el loco de Chema
con su singular actuar.
¡Quién lo iba a imaginar,
que la Calaca escapara
de un chico tan singular
que ni a ella respetaba!