abril 26, 2008

Sacudidas mortales

Érase una vez que cierta chica que deseaba que la tierra se agitara para burlarse de sus vecinos que, cual manada de elefantes en tierras de ratones, huían despavoridos al menor agitamiento.
Pues hete ahí que un martes cualquiera su mente se agitó. Comenzó con un ligero mareo y la recriminación por no comer cuando debía, hasta que oyó un canto de ángeles del más acá: Está temblando, no se asusten.
La sonrisa podría haber confundido a seres más mortales cuando ella, como la heroína que decía ser, buscó a sus vecinos. Su vanidad aumentó a niveles insospechados cuando recordó a cierta jefa que moría un poco en cada sismo.
La luz huyó, un grito reprimido surgió y la ansiedad cruzó el ambiente. Nuestra súperchica acudió pronta junto a la dama en peligro y la abrazó. En el camino, una niña de mirada temerosa y susurrante voz también la abordó. ¡Seguro tenía sensores para identificar superhéroes clandestinos!
Pero en forma proporcional al movimiento del suelo y los gritos, el miedo comenzó a corroerla. Al momento en que la tierra cesó de bailar, ella rogaba por vivir un día más.
Al regresar la electricidad se vieron pálidos rostros y los daños morales que un personaje jamás invitado provocó. Todos intentaban tranquilizarse, por lo cual nadie notó la vanidad destrozada y la humillación regada por doquier de quien en ese momento se conoció mortal.
Sólo ella supo lo que un temblor de 7.6 grados siempre ha sabido, que su aparición causa el deceso de los superhéroes y, más grave aún, que les da la peor de las muertes: la comprensión de su vulnerabilidad.
Desde entonces, la chica intenta pasar inadvertida para quienes tienen sensores de reconocimiento de heroicidad, para no tener que explicar que la tierra mató su fuerza.