abril 19, 2008

Confusiones de microbús

- Mira esa güerita, seguro que no es mexicana –señaló disimuladamente un chico recién salido de la adolescencia a su compañero de asiento.
- Claro que no es mexicana, nada más mírala. Además, ninguna mujer como ella se atrevería a recorrer la ciudad en un microbús a las 12 de la noche. Seguro que ni sabe a lo que se expone –respondió su amigo mientras no dejaba de ver a aquella chica.
- Sí, segurito que ni hablar español sabe. Así no se enterará si le digo que está rechula, la condenada.
- ¡Ajá!, ¿y qué le dirías? Seguro que no te atreves a decirle nada –le respondió su amigo.


Ambos hablaban descaradamente, sabedores que ella no entendía absolutamente nada de su diálogo. Los dos lanzaban miraditas de vez en cuando, para disimular un poco, pero sus voces jamás bajaron a cuchicheo como se suele hacer.

- ¡Claro que le hablaría! Y en su idioma. Le diría “seño, ai lov llu –respondió pronto el interfecto provocando las carcajadas de su amigo.
- ¡No te atreves! ¿Y qué tal si ella es franchute o de esas del norte de Euruapan? –respondió pronto el otro, entre risas.
- Ella no es de esas, mírala. Aquellas son güerotas y grandotas y está es bastante flaca y chaparrita. No, ha de ser de los “yunaites”. Mírala, si tiene los ojos claros y está más blanca que mi papá cuando le dije que iba a dejar la escuela.

La plática siguió igual largo rato hasta que ella cerró el libro y pidió al chofer que parara en la esquina. Bajó presta y en cuanto vio arrancar el microbús, se echó a reír. Llegó a su casa llorando de risa, dispuesta a contar que habían vuelto a confundirla con gringa.