noviembre 07, 2008

Dolor en el alma

Hacía muchísimo tiempo que una semana no me dejaba así, apaleada, temerosa, con mil detalles en la mente que quisiera jamás haber sabido… mucho menos imaginado.
A muchos les parecerá cursi, absurdo o ridículo que una noticia como el accidente aéreo en el que murieron el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y otras 13 personas me halla afectado tanto, sobre todo después de trabajar durante tantos años historias de horror, guerras, accidentes, matanzas, violencia individual y en masa de todos los niveles y extremos.
A lo mejor sólo es que estoy cansada, o que ya estoy harta de decir “sólo hubo tantos muertos, no estuvo tan grave como cuando pasó xxx, esa historia se repite aquí y en otras partes del orbe, ese caso en una semana nadie lo recordara”.
Entonces creía que era demasiado desalmada, fría, indiferente y ajena al dolor. Muchas veces fui al confesionario buscando un consejo para no sentir y pensar así. En Roma lo encontré. Un padre fue categórico al decirme “Pues Cristo murió por cada una de esas personas”.
Sé que algunos sonreirán y dirán “qué mocha, ¿a poco eso fue suficiente para que dejaras de pensar así?” Pues sí, fue suficiente.
Y esta semana sentí cada una de las muertes, de los heridos, del susto, de la incertidumbre, de los traumas de los testigos, del terror de cada persona y del miedo colectivo.
Me pesa en el alma saber lo que los policías, rescatistas, médicos y bomberos tuvieron qué ver y hacer; me pesa lo que los investigadores están hallando en la zona donde cayó ese Learjet 45 (qué palabras aprende uno en estos casos, ¿no?); lo que los forenses están tratando de hacer para regresarle a familias golpeadas lo que quedó de sus seres queridos… si es que hallaron algo.
Pero no sólo fue el accidente aéreo.
Son los asesinatos de cada día, la violencia del crimen organizado, de las personas que movidas por avaricia, ira, venganza o ansias de poder cometen actos repulsivos que van desde el robo y los fraudes hasta la tortura y los ataques a la honra de las personas.
Es la muerte de personas por el choque de un jet en una zona muy concurrida de la ciudad; las acciones de criminales; las propuestas para aceptar aberraciones como los abortos y los matrimonios entre homosexuales; la iniciativa de legalizar las drogas; la histeria y el terror colectivos que hallaron una válvula de escape en una fuga del aromatizante para gas; las matanzas en Congo; el derrumbe de una escuela en Haití. ¡Caray, hasta la amenaza de un huracán que aún no hace nada!
Y a eso se le suma el cansancio del día a día, el hecho de tener que lidiar con gente que no respeta a los demás, con trabajadores que te quieren ver la cara, con jefes a disgusto con la labor del día, con vecinos que pretenden que tomes partido… Sí, estoy cansada.
¡Gracias papá Dios por estar conmigo!
Es en Él en quien he logrado hallar paz y consuelo. ¿Cómo no iba a ser suficiente?