febrero 07, 2009

Dulces recuerdos

Oyendo a Iñaki Manero el viernes en 88.9 tuve una regresión fantástica a aquellos años en los que no importaba qué comieras, ni si te podría subir los niveles de azúcar, triglicéridos, colesterol, si tenía demasiados conservadores, exceso de sal o de chile, sino cuánto dinero podías juntar para comprarte todo lo que se pudiera en la tiendita.
Lo más grande en este mundo era poder ir a la cooperativa de la escuela y comprar tantos dulces como pudieras, pensando no sólo en ti sino en todos los productos que podrías invitar a tus amigas.
Recordé esa sensación porosa y dulce de las Esponjas (las amarrillas, mis favoritas), o de los Kippis saladitos, del fabuloso Tin Larín, el extraño sabor a vino de los chocolates Postre que abuelita Tencha nos repartía cada domingo, así como unos quesitos en forma de triángulo que sólo ella sabía dónde se vendían y los balones de futbol rellenos de rompope.
Me encantaba comprarme Pitzerolas, las rockapiedras o piedrulces, así como los duvalines y las nucitas. Era típico beber el Frutsi de uva por el fondo de la botella de plástico, que mordíamos para hacerle un hoyito, luego de un rumor que aseguraba que las tapas metalicas tenían plomo y por eso no se debían que quitar. Creo que aún existen pero no los he probado pues prefiero imaginarme que aún son lo más delicioso del orbe y no darme cuenta de la realidad.
Había un polvito de chile parecido al Miguelito pero la bolsita era vertical, delgadita… ¿alguien recuerda cómo se llamaban? Algo como Tiki-tiki. ¿Y esas piedritas que te metías a la boca y en cuanto tocaban saliva comenzaban a brincar?
Mi mamá nos repartía verdaderos tesoros: los Salvavidas y Paletones, además de unos dulces chiquitos, como los Nerds pero venían en una cajita en forma de bote de leche.
También me atraganté con los Aciditos (como piedritas verdes que realmente te hacían hacer muecas), los Nerds, las cazuelitas naranjas (creo que eran de chamoy), los Seltz soda que ahora sólo veo en las piñatas de fiestas infantiles y que trataron de imitar con Burbusodas.
Cuando tenías poco dinero o de plano no querías guardar ni un centavo compraba los baratísimos Bocattis y gelatinosas Velitas.
De paletas había una gran variedad de formas y sabores: las de semáforo, las de mango y elote con una cantidad impresionante de chile, las Palelocas con caras chistosas, unas sexagonales enchiladas Luxus –yo prefería la de tamarindo o la de mandarina- y las mejores, las de coca-cola.
Por cierto, cuando iba en la primaria llegó a vivir cerca de mi casa una peruana que no podía concebir que hubiera paletas de chile, creo que eran Ricaletas; creo que a mí me picaban mucho más las de mango, pero ella lo veía como fuera de toda lógica.
Recuerdo que los Toblerone eran carísimos y si te compraban uno sólo te tocaba un triangulito pues había que repartirlo con las hermanas; eran típicos en las dulcería del cine, al igual que las pastillas Pez en un despachador con carita de personaje de Disney, o las lunetas.
Los que no me gustaban eran unas tiras largas largas, como mangueras, que mi papá con mucho esfuerzo nos llevaba y sólo por eso nos las comíamos; tampoco me gustaban los Tarugos, los Cazares, las paletas de cajeta, los Chiclosos, el Perk o Kool-Aid, los chicles Canel´s, los Muelones ni las peritas de anís.
De esa época eran también el Quesito mío, los helados Danessa 33 que te servían en cascos de futbol americano, las hamburguesas de Tom Boy o Burguer Boy y las fabulosas paletas de piñón de Manhattan (¡yuck!) que mi papá mucho tiempo nos hizo comer como condición para comprarnos paletas heladas y que luego se reía de nosotros porque según él lo decía de broma y todas caíamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

se llamaban tico tico o tiko tiko pero asi se llamaban jajajaja.
pegoste